Pequeñas cosas que hacen grandes momentos



Fue un dieciocho de julio del dos mil catorce, coincidiendo con el primer día en el que se festejaba el festival de la Luna Mora en Mijas, cuando en el Auditorio Municipal un hombre, de complexión delgada y actitud aparentemente tímida, irrumpió en las vidas de los ciudadanos con sus magníficas dotes comunicativas y humorísticas. Esa misma luna, junto a sus calles hechizadas de incienso, velas y sombras, nos condujo al sitio donde más tarde seríamos hipnotizados con las entrelazadas historias de nuestro gran monologuista: Luis Piedrahita.







 



 
Una silla cualquiera que parecía estar abandonada en mitad del escenario. Su presencia, iluminada por un juego de luces, atrapaba las miradas de todos los que nos íbamos acomodando  en los asientos que aún quedaban vacíos. Mi emoción se mezclaba y apaciguaba con un halo de aire que con travesura se enredaba en mi pelo, cosquilleando mi cuello y parte de la espalda. Los que estábamos allí aún no te veíamos, pero esperábamos con "el corazón abiertos y los brazos latiendo" que comenzara tu espectáculo. No te imaginas la felicidad que nos transmitiste a los que te escuchábamos con atención, ya que detrás de cada persona se escondía una dolencia particular, la cual conseguiste que pudieran olvidar durante unos momentos. A pesar de que yo reía a carcajadas, reconocí el bienestar de una mujer desolada por la ida de uno de sus hijos y su nuera a un país extranjero, porque en España no hay trabajo para adolescentes preparados como ellos; o el estado de relajación de un hombre que tiene que llevar el timón de su familia, con sus problemas y sus momentos mejores; la mujer que abandonó el cuidar su propia persona durante demasiado tiempo para que a sus hijas y padres no les faltase de nada; o el hombre que volcó su vida por una familia ajena a él, que, por supuesto, tengo el gusto de llamarle “padre” de cara a cualquier curioso, porque así se ha comportado desde que tenía nueve años.

Al finalizar el evento, me fascinó la naturalidad y amabilidad con la que recibiste a tus seguidores, entre ellos estaba yo, claro. No te limitabas solo a hacerte una foto y pasar al siguiente, sino que nos preguntabas cómo nos había resultado el encuentro, charlando de forma amena con todos. Lo que más me sorprendió fue tu llaneza y espontaneidad al pedir a los que dirigían el equipo de control de la música y las luces que nos volvieran a encender ese foco que se desvanecía justo en el instante en el que te disponías a dedicarme uno de tus libros. Fue graciosa tu respuesta y muy agradecida la de uno de tus fans, quien nos echó una mano prestándonos la luz que emitía su móvil.

 




¿Por qué eres el Rey de las cosas pequeñas? Porque para alabar las grandes están otros, quienes aciertan en sus conjeturas y,  otras tantas veces, se pierden en ese bucle que termina llevando a ningún lado y sin ningún objetivo más que el buscar la fama rápida. Personalmente, me gustaría llevar a cabo una breve crítica: los consumidores ¿qué buscamos realmente? Podemos presumir de tener a nuestro alcance a grandes artistas, escritores, cantantes…y, sin embargo, nuestro instinto, no sé si llamarlo primario, nos  hace declinarnos por escoger aquellos productos que en la propia etiqueta nos deja bien claro que su duración es efímera y vacía de contenido, porque “los demás lo tienen y yo también lo necesito”, asemejándonos a las ovejas que siguen a otras dentro de un rebaño, siendo su meta aquel que el destino dicte. Es como si nos hubiéramos aficionado a comprar cajas vacías, tetrabrik de leche a medio llenar, cantantes de las que su fama depende de que su voz suene absolutamente robotizada, además de una destartalada escenografía y demás. Solos no serían más que otra persona del público que ha pagado una entrada para disfrutar de su ídolo. Solos, sin saber improvisar, sin tener la capacidad de persuasión. Si nosotros, los consumidores, no cambiamos esta realidad, a lo único a lo que daremos lugar es a que lo poco bueno que tenemos emigre al no recibir el respeto que se merece.









Sin más, desearte que triunfes en Argentina, que así va a ser. Millones de gracias.




Comentarios

  1. Preciosa entrada escrita con mucho cariño que hace aflorar los sentimientos de los protagonistas de la misma.
    Muchas gracias Sonia por lo bien que escribes y por acordarte de todos.
    Un abrazo.

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  2. Precioso. Me ha emocionado, encantado y sorprendido. Sé de tus muchas cualidades que no voy a enumerar aquí porque me faltaría espacio, pero confieso que esta faceta la desconocía. Deberías no sólo ser "pofesora" como decías de pequeña, también deberías ser escritora, Talento te sobra.Tu tata

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  3. Cuando alguien es importante en tu vida, es inevitable acordarte de ella tanto para lo bueno como para lo malo. Estoy super agradecida de pasar cada día con vosotros y, por eso, no tendrías que darme las gracias a mí, sino al propio Luis Piedrahita, gran erudito polifacético donde los haya.

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