Los frikigrados


 



  ¡Qué complicado es distinguirnos como entidades únicas en nuestro ser, que en grupos sociales nos encasillamos para equipararnos a ese coterráneo intrigado por lo ajeno! Nos comparamos "a alguien" o "a algo", pero cuando no hallamos modelo alguno - en cuanto a que rozamos lo extraño- nos hacemos llamar frikis ¿por qué? En el Diccionario de  la Lengua Española se aprecian tres acepciones:




 
friki.
(Del ingl. freaky).
1 .adj. coloq. Extravagante, raro o excéntrico.
2. com. coloq. Persona pintoresca y extravagante.
3. com. coloq. Persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición.
 
 

Por "desmesura" ¿a qué grado se refiere? Para resolver esta pregunta, propongo tres vocablos:



     En primer lugar, se encontraría el friki comparativo o el semicalcayo, quien vacila en imitar actitudes de personajes ficticios y/o reales. Le fascina todo lo relacionado con el mundo manga, los ordenadores y similares, expresándolo tanto en su manera de hablar como de vestir. Es un grado propio de principiantes que seleccionan aquellos acontecimientos que tuvieron mayor repercusión en el pasado, experimentándolo en su propio ser  al sentirse identificados. Sin embargo, todo tiene su etapa- con su principio y su final- y, en la sociedad en la que vivimos, rememorar un hecho así da lugar a disconexiones con los estereotipos normalizados en la actualidad, en otras palabras, "dejó de estar de moda". De ahí que otro inconveniente sea el marco de edad en el que es posible sobrepasar la línea de lo fantástico sin resultar una conducta anómala: así como  es normal ver a un/a  niño/a con ropa, zapatos y complementos de una marca cualquiera como Hello Kitty o Betty Boop ¿qué pensaríamos si la persona rondara la adolescencia o fuera adulta?

 

     Un segundo tipo de friki es el superlativo o reggetanco, que no pega pero me la marco. Al no decantarse por una temática en particular, éste opta por generar un pésimo popurrí de imágenes y gestos, dando lugar a una verborrea desfasada e inconexa en todas sus posibles perspectivas.

     Por último, queda por mencionar al friki hipérbaton o el barronguento. En ocasiones, no concurren en este ser la coherencia en sus actos. Algunos de ellos podrían ser considerados genios por su extenso dominio en diversos temas. Sin embargo, su continuo vaivén de cordura y locura desvía la percepción que el oyente va adquiriendo,  un juicio que se torna variable y difuso, no siendo suficiente el analizar aspectos tales como su situación geográfica, los grupos sociales en los que se relaciona, su coeficiente intelectual o su estado emocional para conseguir comprenderlos, ya que después de todo, es inevitable hacer afirmaciones similares a la de "este tío está flipado".

¿Alguien realmente sabe cómo se mide la desmesura? ¿Qué baremo aportaría un resultado exacto y objetivo? Imagina que vas paseando por una calle y te encuentras de frente a  dos personas con dos indumentarias totalmente distintas: el primero, viste un atuendo de diseño manga y, el segundo, de un equipo de fútbol cualquiera. ¿A quién de los dos considerarías un friki?




 
 

Es difícil ejemplificar cada uno de los grados formulados debido a que  están intrínsicamente subordinados a la evolución de cada persona y ni que decir tiene que su variación puede intensificarse, atenuarse y, asimismo, adormecerse. 
Quizás, la cuestión no sea tanto lo excesivo sino lo ficticio. Una de las hipótesis que se conjetura es que estos seres habitan en un espacio ajeno al mundo real, dándose a entender que su tendencia suele ser antisocial, ya que además, es común que se sustituya el contacto físico por el virtual a través del uso desorbitado de las nuevas tecnologías. Y para sorpresa de algunos doctores en liendres, nuestros singulares frikis suelen ser personas muy eruditas y creativas en determinadas materias, motivo por el cual necesitan manifestarlo de alguna forma, traspasando la escala señalada por el colectivo general.
 
Concluyo esta entrada creyendo que resulta absurdo graduar el nivel de frikismo de cada persona, sobre todo, porque el indagar en nuestros propios gustos e inclinaciones variadas, en las que nos sentimos identificados, no debería de ser considerado un motivo de risa, sino de admiración. Por suerte o por desgracia -según cómo se mire- vivimos en un mundo de patrones fijados  en el que aún quedan algunos semejantes que siguen luchando por hacerla múltiple y con identidad propia.  

Ha sido un placer monologar de nuevo contigo, y espero que no sea la última. A modo ilustrativo, te invito a que veas el siguiente video. Mil gracias, querido lector.

 


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